Reflexiones sobre "Un cuarto propio" de Virginia Woolf
Por Concha Milla
A Núria
"Pero -diréis- te pedimos que hablaras de las mujeres y la novela: ¿qué tiene que ver esto con un cuarto propio? Trataré de explicarme. Cuando me pedisteis que hablara de las mujeres y la novela, me senté a la orilla de un río y me puse a pensar el sentido de esas palabras."
Así empieza nuestra querida y admirada Virginia Woolf su ensayo sobre, como bien dice ella, las mujeres y la novela, cuyo libro lleva por título Un cuarto propio. Tengo que especificar que este título, el que tengo ahora entre manos, es de una edición maravillosa que la editorial Horas y HORAS la editorial, en su colección La cosecha de nuestras madres publicó en el año 2003. La traducción corre a cargo de Mª Milagros Rivera Garretas.
Y éste es sólo el principio de un viaje por la historia de la mujer, contado por una mujer, traducido por otra y destinado a lectores de ambos sexos.
El libro que ahora mismo tengo entre manos, fue el regalo de una amiga maravillosa que, días antes de embarcarme de vuelta a Buenos Aires y estando en Barcelona, mi ciudad de origen, me lo regaló diciéndome: "Un libro que casi cien años después de ser escrito sigue iluminando y transformando el alma femenina. Ojalá también toque la tuya"
Y así fue. La lectura de este libro ha calado muy hondo en mí. Y no sólo por el recorrido histórico que la autora nos hace, con sus análisis literarios correspondientes; sus descripciones de todo el proceso de creación y de "parto" de este ensayo (el cual nace de dos conferencias que la autora ofrece en octubre de 1928 en la Universidad de Cambridge, en los colegios universitarios para mujeres que ahí había) describiendo con absoluta belleza y deleite para el lector cómo iba avanzando en él. Es, sobretodo, un texto que te impregna, que se queda contigo y no te suelta, que te acompaña y te ofrece ir analizándolo conforme avanzan los días, que, al colarse por los agujeritos de tu alma, empieza a formar parte de ti, empiezas a ver las cosas de otra manera. Un libro de una influencia más que positiva para el desarrollo de cualquier personalidad artística.
Virginia Woolf dice en uno de los pasajes finales en referencia a El Rey Lear, Emma o En busca del tiempo perdido: "Porque la lectura de estos libros parece que cumpla una curiosa operación de cataratas en los sentidos; una ve, después, con más intensidad."
Y eso es, exactamente, lo que ha sido para mí Un cuarto propio: una operación de cataratas. Algo que a mí, particularmente, me ha abierto la mente, es la manera de enfocar el feminismo. El feminismo sin rencores. Plasmando, sencillamente, cómo ha sido la evolución de la mujer en lo que se considera la Edad Moderna. El feminismo como reivindicación de un lugar en el mundo, sin desplazar a nada ni a nadie, con todo el deseo de compartir. Poniendo las cosas en su lugar. Aunque sí, dice: "Lo que me parece deplorable, es que no se sepa nada de las mujeres antes del S. XVIII."
Nada en el sentido artístico y nada en el sentido cotidiano. Virginia Woolf se pregunta a lo largo del libro cómo vivían las mujeres su cotidianeidad a lo largo de la historia. Y de cuánto ha costado tener un lugar en el mundo artístico, cómo se le daban palmaditas en la espalda a una mujer que osara decir que quería ser escritora. Haciendo referencia a esto, y a lo que el mundo, en general, pensaba de los escritores, dice: "La indiferencia del mundo que Keats, Flaubert y otros hombres geniales han encontrado tan difícil de soportar, en el caso de ella no era indiferencia sino hostilidad. A ella el mundo no le dijo: escribe si quieres, me es indiferente. El mundo le dijo con una risotada: ¿Escribir?"
Y eso si llegaba a tener acceso a una cultura y tiempo como para, si quiera, pensar que podía dedicarse a escribir. "Es evidente que dinero no tenían; según el profesor Trevelyan, las casaban, quisieran o no, antes de que dejaran el cuarto de juegos, muy probablemente a los quince o dieciséis años. Hubiera sido rarísimo que, con semejante panorama, una de ellas hubiera escrito, de pronto, las obras de Shakespeare."
En muchos momentos nos resulta tan cercano lo que describe Virginia Woolf, que hay que frotarse los ojos para darse cuenta que este libro fue escrito hace casi cien años. Es entonces cuando las reflexiones pasan a una velocidad de vértigo por mi cabeza y concluyen echando un vistazo a mi alrededor y ver cuánto queda por avanzar todavía. Aunque, claro está, que en cien años se ha avanzado, y mucho. Y este avance empezó, ya, en el S. XVIII: "Un marido se podía morir, o sucederle alguna desgracia a la familia. Al avanzar el S. XVIII, centenares de mujeres empezaron a incrementar sus dinerillos o a acudir a salvar a su familia haciendo traducciones o escribiendo las innumerables novelas malas que han dejado de ser citadas incluso en los libros de texto, pero que están disponibles en las cajas de saldos del Charing Cross Road. La enorme actividad espiritual desplegada por las mujeres en la segunda mitad del S. XVIII -su conversar, su encontrarse, su escribir ensayos sobre Shakespeare, sus traducciones de los clásicos-, se basó en el sólido hecho de que las mujeres podían ganar dinero con la escritura. (...)Así, hacia finales del S. XVIII ocurrió un cambio: la mujer de clase media empezó a escribir."
Una habitación propia
"Les dije suavemente que bebieran vino y tuvieran una habitación propia." Quizá nos parezca un consejo pasado de moda, algo que ya superamos hace tiempo. Tengo que decir que, lamentablemente, no es así. ¡Que, ojalá!, nos griten, nos susurren, nos sigan abrazando con este consejo. ¡Nos hagan ser conscientes, nos impulsen, nos apoyen con este tipo de consejos!
Un lugar donde tener tu propio tiempo, tu propio orden. Un lugar donde crear, donde estar. Un lugar donde recogerse y escucharse. Un lugar para tener la libertad intelectual necesaria que requiere cualquier proceso artístico y vital. "Una mujer tiene que tener dinero y un cuarto propio para poder escribir una novela."
Y citando, la autora, a Sir Arthur Quiller-Couch, dice: "El poeta pobre no tiene hoy en día, ni ha tenido en los últimos doscientos años, la menor oportunidad... un niño pobre no tiene en Inglaterra muchas más esperanzas de emanciparse en la libertad intelectual de la que nacen las grandes obras, que el hijo de una esclava ateniense."
Y Virginia Woolf añade: "Así es. La libertad intelectual depende de las cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres han sido siempre pobres, no sólo desde hace doscientos años, sino desde el principio de los tiempos. Las mujeres han tenido menos libertad intelectual que los hijos de las esclavas de Atenas. Es decir, las mujeres no han tenido la menor oportunidad de escribir poesía. Por eso he insistido tanto en el dinero y en el cuarto propio."
Matrimonio de contrarios
"(...) la primerísima frase que escribiría aquí -dije, dirigiéndome al escritorio y cogiendo la página titulada Las Mujeres y la Novela-, es que es fatal que quien escribe piense en su sexo. Es fatal ser pura y simplemente un hombre o una mujer; hay que ser mujer-viril u hombre-mujeril. Es fatal para una mujer prestarle la más mínima atención a la queja; defender una causa aunque sea con justicia; hablar conscientemente, del modo que sea, como mujer. Y "fatal" no es una figura retórica; porque todo lo que se escriba con este sesgo consciente está condenado a muerte. Deja de ser fértil. Por más brillante y eficaz, poderoso y magistral que parezca por dos o tres días, se marchitará al atardecer; no puede crecer en otras mentes. Para que se cumpla el arte de la creación, ha de tener lugar en la mente alguna colaboración entre la mujer y el hombre. Ha de ser consumado algún matrimonio de contrarios. (...)Tiene que haber libertad y tiene que haber paz."
Evidentemente esto sería trasladado a nuestra vida cotidiana tanto como a la artística. De eso se trata, creo, de aunar fuerzas y entusiasmos para dejar de tratarnos como iguales, siendo diferentes; para no forzar algo que no existe y no existirá jamás; para que todos seamos conscientes que dentro de las diferencias está la igualdad.
"Tal vez la razón por la que sabemos tan poco de Shakespeare -comparado con otros escritores- es porque sus rencores, despechos y antipatías nos quedan ocultos. No nos frena ninguna "revelación" que nos recuerde al escritor. Él había quemado y consumido todo deseo de protestar, de predicar, de dar a conocer un agravio, de saldar una cuenta, de hacer al mundo testigo de un padecimiento o una injuria. Por eso, su poesía fluye de él libre y quita. Si un ser humano ha conseguido alguna vez expresar plenamente su obra, es Shakespeare."
Ella dice que Shaspespeare es andrógino; al igual que Proust.
El arte y la vida (o la vida en el arte...)
El final de Un cuarto propio es tan potente que cada vez que lo leo me recorren ejércitos de hormigas invisibles por la piel y me siento tremendamente orgullosa de pertenecer al mundo del arte. Me siento feliz por poder expresarme artísticamente dentro de este mundo. Os reproduzco un pequeño fragmento del final de las conferencias de Virginia Woolf:
"De modo que, cuando os pido que ganéis dinero y tengáis un cuarto propio, os estoy pidiendo que viváis en presencia de la realidad: una vida -parece- vigorizante, tanto si puede ser comunicada como si no. (...) Cuando rebusco en mi mente, no encuentro sentimientos nobles sobre ser compañeras e iguales ni de impulsar el mundo a fines más altos. Me encuentro diciendo escueta y prosaicamente que el ser una misma es más importante que todo lo demás. No soñéis en influenciar a otra gente, diría, si supiera hacerlo sonar exaltado. Pensad en las cosas en sí."
Y hasta aquí mi pequeño viaje a través del "cuarto" de Virginia Woolf. Os animo a que le hagáis un huequito en vuestras vidas. Vale la pena.
TORTILLA DE PATATAS
"Una no puede pensar bien, amar bien o dormir bien si no ha cenado bien.", Virginia Woolf, Un cuarto propio.
Ingredientes para la tortilla:
- 4 patatas medianas
- 6 huevos grandes
- 1 cebolla
- 1/2 pimiento verde
- sal
- aceite de girasol
Se pelan las patatas, la cebolla y se le sacan las semillitas al pimiento. Una vez lavado todo, se cortan las patatas a cuadrados. Lo mismo con la cebolla y el pimiento.
Se prepara una sartén mediana con bastante aceite. Cuando éste esté bien caliente echamos las patatas, la cebolla y el pimiento, todo a la vez. Le añadimos a la mezcla sal al gusto. Freímos todo hasta que estén las patatas blanditas (ese es mi chequeo) con el fuego medio. No van a estar doradas ya que, al tener tanta cantidad de ingredientes juntos, veréis que más que una fritura, es una cocción. Ése es el punto para mi tortilla.
Una vez está listo, retiramos, con mucho cuidado de no quemarnos, casi la totalidad del aceite. Dejamos, a intuición, un poquito para que no se nos pegue la tortilla.
En un bol aparte tendremos batidos y con la sal al gusto, los huevos.
Echamos los huevos directamente a la sartén con la intención que vayan bañando y cubriendo la mezcla de patatas, cebolla y pimiento. (Otra alternativa es echar las patatas, la cebolla y el pimiento al bol con los huevos y, una vez mezclado, echarlo a la sartén todo junto. Como prefieran).
Dejamos cocinar a fuego lento teniendo cuidado que no se pegue a la sartén. Para esto vamos moviéndola haciéndola girar de vez en cuando.
Cuando tanteamos que va a estar cocinada la parte de abajo viene lo más arriesgado... dar la vuelta a la tortilla. Pues eso, le damos la vuelta y la volvemos a meter en la sartén para que se cocine el otro lado.
Cuando éste esté cocinado... al plato y a disfrutar!
Y si gustan pueden acompañarla con un poco de allioli o mayonesa con ajo...
¡Buen provecho!
Por Concha Milla
A Núria
"Pero -diréis- te pedimos que hablaras de las mujeres y la novela: ¿qué tiene que ver esto con un cuarto propio? Trataré de explicarme. Cuando me pedisteis que hablara de las mujeres y la novela, me senté a la orilla de un río y me puse a pensar el sentido de esas palabras."
Así empieza nuestra querida y admirada Virginia Woolf su ensayo sobre, como bien dice ella, las mujeres y la novela, cuyo libro lleva por título Un cuarto propio. Tengo que especificar que este título, el que tengo ahora entre manos, es de una edición maravillosa que la editorial Horas y HORAS la editorial, en su colección La cosecha de nuestras madres publicó en el año 2003. La traducción corre a cargo de Mª Milagros Rivera Garretas.
Y éste es sólo el principio de un viaje por la historia de la mujer, contado por una mujer, traducido por otra y destinado a lectores de ambos sexos.
El libro que ahora mismo tengo entre manos, fue el regalo de una amiga maravillosa que, días antes de embarcarme de vuelta a Buenos Aires y estando en Barcelona, mi ciudad de origen, me lo regaló diciéndome: "Un libro que casi cien años después de ser escrito sigue iluminando y transformando el alma femenina. Ojalá también toque la tuya"
Y así fue. La lectura de este libro ha calado muy hondo en mí. Y no sólo por el recorrido histórico que la autora nos hace, con sus análisis literarios correspondientes; sus descripciones de todo el proceso de creación y de "parto" de este ensayo (el cual nace de dos conferencias que la autora ofrece en octubre de 1928 en la Universidad de Cambridge, en los colegios universitarios para mujeres que ahí había) describiendo con absoluta belleza y deleite para el lector cómo iba avanzando en él. Es, sobretodo, un texto que te impregna, que se queda contigo y no te suelta, que te acompaña y te ofrece ir analizándolo conforme avanzan los días, que, al colarse por los agujeritos de tu alma, empieza a formar parte de ti, empiezas a ver las cosas de otra manera. Un libro de una influencia más que positiva para el desarrollo de cualquier personalidad artística.
Virginia Woolf dice en uno de los pasajes finales en referencia a El Rey Lear, Emma o En busca del tiempo perdido: "Porque la lectura de estos libros parece que cumpla una curiosa operación de cataratas en los sentidos; una ve, después, con más intensidad."
Y eso es, exactamente, lo que ha sido para mí Un cuarto propio: una operación de cataratas. Algo que a mí, particularmente, me ha abierto la mente, es la manera de enfocar el feminismo. El feminismo sin rencores. Plasmando, sencillamente, cómo ha sido la evolución de la mujer en lo que se considera la Edad Moderna. El feminismo como reivindicación de un lugar en el mundo, sin desplazar a nada ni a nadie, con todo el deseo de compartir. Poniendo las cosas en su lugar. Aunque sí, dice: "Lo que me parece deplorable, es que no se sepa nada de las mujeres antes del S. XVIII."
Nada en el sentido artístico y nada en el sentido cotidiano. Virginia Woolf se pregunta a lo largo del libro cómo vivían las mujeres su cotidianeidad a lo largo de la historia. Y de cuánto ha costado tener un lugar en el mundo artístico, cómo se le daban palmaditas en la espalda a una mujer que osara decir que quería ser escritora. Haciendo referencia a esto, y a lo que el mundo, en general, pensaba de los escritores, dice: "La indiferencia del mundo que Keats, Flaubert y otros hombres geniales han encontrado tan difícil de soportar, en el caso de ella no era indiferencia sino hostilidad. A ella el mundo no le dijo: escribe si quieres, me es indiferente. El mundo le dijo con una risotada: ¿Escribir?"
Y eso si llegaba a tener acceso a una cultura y tiempo como para, si quiera, pensar que podía dedicarse a escribir. "Es evidente que dinero no tenían; según el profesor Trevelyan, las casaban, quisieran o no, antes de que dejaran el cuarto de juegos, muy probablemente a los quince o dieciséis años. Hubiera sido rarísimo que, con semejante panorama, una de ellas hubiera escrito, de pronto, las obras de Shakespeare."
En muchos momentos nos resulta tan cercano lo que describe Virginia Woolf, que hay que frotarse los ojos para darse cuenta que este libro fue escrito hace casi cien años. Es entonces cuando las reflexiones pasan a una velocidad de vértigo por mi cabeza y concluyen echando un vistazo a mi alrededor y ver cuánto queda por avanzar todavía. Aunque, claro está, que en cien años se ha avanzado, y mucho. Y este avance empezó, ya, en el S. XVIII: "Un marido se podía morir, o sucederle alguna desgracia a la familia. Al avanzar el S. XVIII, centenares de mujeres empezaron a incrementar sus dinerillos o a acudir a salvar a su familia haciendo traducciones o escribiendo las innumerables novelas malas que han dejado de ser citadas incluso en los libros de texto, pero que están disponibles en las cajas de saldos del Charing Cross Road. La enorme actividad espiritual desplegada por las mujeres en la segunda mitad del S. XVIII -su conversar, su encontrarse, su escribir ensayos sobre Shakespeare, sus traducciones de los clásicos-, se basó en el sólido hecho de que las mujeres podían ganar dinero con la escritura. (...)Así, hacia finales del S. XVIII ocurrió un cambio: la mujer de clase media empezó a escribir."
Una habitación propia
"Les dije suavemente que bebieran vino y tuvieran una habitación propia." Quizá nos parezca un consejo pasado de moda, algo que ya superamos hace tiempo. Tengo que decir que, lamentablemente, no es así. ¡Que, ojalá!, nos griten, nos susurren, nos sigan abrazando con este consejo. ¡Nos hagan ser conscientes, nos impulsen, nos apoyen con este tipo de consejos!
Un lugar donde tener tu propio tiempo, tu propio orden. Un lugar donde crear, donde estar. Un lugar donde recogerse y escucharse. Un lugar para tener la libertad intelectual necesaria que requiere cualquier proceso artístico y vital. "Una mujer tiene que tener dinero y un cuarto propio para poder escribir una novela."
Y citando, la autora, a Sir Arthur Quiller-Couch, dice: "El poeta pobre no tiene hoy en día, ni ha tenido en los últimos doscientos años, la menor oportunidad... un niño pobre no tiene en Inglaterra muchas más esperanzas de emanciparse en la libertad intelectual de la que nacen las grandes obras, que el hijo de una esclava ateniense."
Y Virginia Woolf añade: "Así es. La libertad intelectual depende de las cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres han sido siempre pobres, no sólo desde hace doscientos años, sino desde el principio de los tiempos. Las mujeres han tenido menos libertad intelectual que los hijos de las esclavas de Atenas. Es decir, las mujeres no han tenido la menor oportunidad de escribir poesía. Por eso he insistido tanto en el dinero y en el cuarto propio."
Matrimonio de contrarios
"(...) la primerísima frase que escribiría aquí -dije, dirigiéndome al escritorio y cogiendo la página titulada Las Mujeres y la Novela-, es que es fatal que quien escribe piense en su sexo. Es fatal ser pura y simplemente un hombre o una mujer; hay que ser mujer-viril u hombre-mujeril. Es fatal para una mujer prestarle la más mínima atención a la queja; defender una causa aunque sea con justicia; hablar conscientemente, del modo que sea, como mujer. Y "fatal" no es una figura retórica; porque todo lo que se escriba con este sesgo consciente está condenado a muerte. Deja de ser fértil. Por más brillante y eficaz, poderoso y magistral que parezca por dos o tres días, se marchitará al atardecer; no puede crecer en otras mentes. Para que se cumpla el arte de la creación, ha de tener lugar en la mente alguna colaboración entre la mujer y el hombre. Ha de ser consumado algún matrimonio de contrarios. (...)Tiene que haber libertad y tiene que haber paz."
Evidentemente esto sería trasladado a nuestra vida cotidiana tanto como a la artística. De eso se trata, creo, de aunar fuerzas y entusiasmos para dejar de tratarnos como iguales, siendo diferentes; para no forzar algo que no existe y no existirá jamás; para que todos seamos conscientes que dentro de las diferencias está la igualdad.
"Tal vez la razón por la que sabemos tan poco de Shakespeare -comparado con otros escritores- es porque sus rencores, despechos y antipatías nos quedan ocultos. No nos frena ninguna "revelación" que nos recuerde al escritor. Él había quemado y consumido todo deseo de protestar, de predicar, de dar a conocer un agravio, de saldar una cuenta, de hacer al mundo testigo de un padecimiento o una injuria. Por eso, su poesía fluye de él libre y quita. Si un ser humano ha conseguido alguna vez expresar plenamente su obra, es Shakespeare."
Ella dice que Shaspespeare es andrógino; al igual que Proust.
El arte y la vida (o la vida en el arte...)
El final de Un cuarto propio es tan potente que cada vez que lo leo me recorren ejércitos de hormigas invisibles por la piel y me siento tremendamente orgullosa de pertenecer al mundo del arte. Me siento feliz por poder expresarme artísticamente dentro de este mundo. Os reproduzco un pequeño fragmento del final de las conferencias de Virginia Woolf:
"De modo que, cuando os pido que ganéis dinero y tengáis un cuarto propio, os estoy pidiendo que viváis en presencia de la realidad: una vida -parece- vigorizante, tanto si puede ser comunicada como si no. (...) Cuando rebusco en mi mente, no encuentro sentimientos nobles sobre ser compañeras e iguales ni de impulsar el mundo a fines más altos. Me encuentro diciendo escueta y prosaicamente que el ser una misma es más importante que todo lo demás. No soñéis en influenciar a otra gente, diría, si supiera hacerlo sonar exaltado. Pensad en las cosas en sí."
Y hasta aquí mi pequeño viaje a través del "cuarto" de Virginia Woolf. Os animo a que le hagáis un huequito en vuestras vidas. Vale la pena.
TORTILLA DE PATATAS
"Una no puede pensar bien, amar bien o dormir bien si no ha cenado bien.", Virginia Woolf, Un cuarto propio.
Ingredientes para la tortilla:
- 4 patatas medianas
- 6 huevos grandes
- 1 cebolla
- 1/2 pimiento verde
- sal
- aceite de girasol
Se pelan las patatas, la cebolla y se le sacan las semillitas al pimiento. Una vez lavado todo, se cortan las patatas a cuadrados. Lo mismo con la cebolla y el pimiento.
Se prepara una sartén mediana con bastante aceite. Cuando éste esté bien caliente echamos las patatas, la cebolla y el pimiento, todo a la vez. Le añadimos a la mezcla sal al gusto. Freímos todo hasta que estén las patatas blanditas (ese es mi chequeo) con el fuego medio. No van a estar doradas ya que, al tener tanta cantidad de ingredientes juntos, veréis que más que una fritura, es una cocción. Ése es el punto para mi tortilla.
Una vez está listo, retiramos, con mucho cuidado de no quemarnos, casi la totalidad del aceite. Dejamos, a intuición, un poquito para que no se nos pegue la tortilla.
En un bol aparte tendremos batidos y con la sal al gusto, los huevos.
Echamos los huevos directamente a la sartén con la intención que vayan bañando y cubriendo la mezcla de patatas, cebolla y pimiento. (Otra alternativa es echar las patatas, la cebolla y el pimiento al bol con los huevos y, una vez mezclado, echarlo a la sartén todo junto. Como prefieran).
Dejamos cocinar a fuego lento teniendo cuidado que no se pegue a la sartén. Para esto vamos moviéndola haciéndola girar de vez en cuando.
Cuando tanteamos que va a estar cocinada la parte de abajo viene lo más arriesgado... dar la vuelta a la tortilla. Pues eso, le damos la vuelta y la volvemos a meter en la sartén para que se cocine el otro lado.
Cuando éste esté cocinado... al plato y a disfrutar!
Y si gustan pueden acompañarla con un poco de allioli o mayonesa con ajo...
¡Buen provecho!